"Aunque todos los países conocen la manera -si tienen los medios y la voluntad de hacerlo- de protegerse de los matones que nos ha deparado el 11 de septiembre, la guerra no es una alternativa. Las guerras se hacen contra países, no contra grupos desarraigados. Se pone un precio a sus cabezas y se les captura. En época reciente, Italia lo ha hecho contra la mafia siciliana, y nadie ha propuesto todavía que se bombardee Palermo. Pero la Junta Cheney-Bush quiere una guerra para dominar Afganistán, construir un oleoducto y obtener el control del petróleo de los Stan de Eurasia para sus socios empresariales, así como para causar a Irak y a Irán el mayor daño posible debido a que estos países malvados algún día pueden tapizar de ántrax o algo parecido nuestros campos ámbar de cereales. Pero los tamtam siguen repicando venganza, y el hecho de que la mayoría del mundo se oponga a nuestra guerra sólo sirve para pintar un febril color rosa en las mejillas de Bush padre, miembro del Carlyle Group; Bush hijo, de Harken; Cheney, de Halliburton, Condoleezza Rice, de Chevron-Texaco; Rumsfeld, de Occidental, y Gale Norton, de BP Amoco. Si alguna vez hubo un gobierno que debiera recusarse a sí mismo en cuestiones relativas a energía, es la junta actual. Pero no se parece a ningún otro gobierno de nuestra historia. Es evidente que tienen el corazón en otro sitio, ganando dinero, lejos de nuestros templos de estilo romano, y que, ay, sólo nos dejan sus respectivas cabezas, soñando la guerra, de preferencia contra débiles estados periféricos. Cuando el avión de Mohammed Atta se estrelló contra el World Trade Center, Bush y la niña de la escuela primaria de Florida estaban hablando del cabritillo de la alumna. Por casualidad, nuestra palabra (tragedia) viene del griego: tragos (macho cabrío) y oide (canción). “Canción del macho cabrío”. Fue de lo más apropiado que este lamento, que se cantaba en las antiguas obras de sátiros, se oyera de nuevo en el momento exacto en que nos alcanzó el fuego del cielo y empezó para nosotros una tragedia cuyo final no se ve en el horizonte".
Extracto de "Soñando la guerra" de Gore Vidal.
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