lunes, 11 de diciembre de 2006

El fuel del «Prestige» provocó alteraciones hormonales y genéticas en quienes lo limpiaron.

Todo pasó hace cuatro años. El «Prestige» se fue a pique con más de 77.000 toneladas de fuel en sus bodegas. Ese 19 de noviembre pasaría a engrosar la historia más trágica de Galicia, pero también originó la mayor marea de solidaridad que se recuerda. Nunca hubo tantos voluntarios (327.476) y tan poco rigor sanitario.
Acaba de conocerse el primer trabajo de investigación que corrobora las deficiencias en salud pública que se cometieron en la gestión de la catástrofe. El estudio se publicó en la revista científica «Enviroment International» y forma parte de una tesis que le ha valido a su autora, Beatriz Pérez Cadahía, y a Josefina Méndez Felpeto y Blanca Laffon Lage, de la Universidad de La Coruña, la calificación de sobresaliente «cum laude».
Durante cuatro años todos los estudios y los proyectos realizados con las subvenciones del Ministerio de Educación y Ciencia, de la Xunta y el Plan Especial de Protección se enfocaron en los efectos sobre los recursos naturales; en valorar las secuelas psicológicas; o los efectos agudos sobre la población (dolor de cabeza, irritación de las vías respiratorias y mucosas...)
Por contra, este trabajo buscó determinar las repercusiones sobre el material genético de los voluntarios y limpiadores, ya que el fuel que transportaba el «Prestige» contenía numerosas sustancias mutagénicas y carcinógenas.
La primera parte del estudio determinó la contaminación ambiental. A los trabajadores se les colocaron dosímetros pasivos -dispositivos para evaluar la composición del aire- que determinaron a qué estuvieron expuestos con exactitud. «Con cada bocanada -explican las profesoras-, los individuos se sometieron a niveles de VOC (Compuesto Orgánicos Volátiles) similares a los de ciudades altamente contaminadas como Atenas o México y más elevados que los detectados en el único estudio sobre el vertido de un buque, el «Nakhodka», naufragado en Japón en 1999».
La exposición interna de los voluntarios, evaluada mediante los niveles de metabolitos de PAH (Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos) presentes en la orina, fue también similar a la que indican estudios sobre trabajadores de incineradoras, hornos de carbón o gasolineras. Una vez comprobada la exposición ambiental, había que demostrar la tasa de daño genético a corto y largo plazo registrada en las células sanguíneas. La técnica utilizada para verificar el daño a corto plazo fue la «prueba del cometa». Su resultado, de nuevo, evidente: todos los grupos expuestos al fuel sufrieron ese daño, con roturas del ADN -estado de «inestabilidad genómica»- que son reparables de manera natural, con mayor facilidad por parte de la gente joven.
Sobre el daño genético fijado, el persistente, sólo lo sufrieron los individuos que trabajaron durante tres-cuatro meses limpiando fuel, que estadísticamente registraron un incremento de ese daño más difícilmente reparable por el organismo. Las técnicas utilizadas en este caso fueron las de «intercambios entre cromátidas hermanas» y «micronúcleos».
Tercer estadio: «Evaluamos el efecto sobre el sistema endocrino, sobre dos hormonas que están muy relacionadas con la exposición a agentes contaminantes y que responden a efectos fisiológicos como el cansancio, el estrés y esfuerzo físico. Son el cortisol y la prolactina, y en ambos casos se detectaron alteraciones hormonales con afectación de sus niveles normales en la población expuesta al fuel». Esto permitió clasificar la mezcla que emanó del buque como disruptor endocrino.
Genotipado para el futuro
La última novedad que aporta este compendio es el análisis molecular, mediante el genotipado -a través de diversos genes- de los individuos expuestos. Se comprobó la influencia de algunos genes que participan en los procesos metabólicos y de reparación del ADN sobre las tasas de daño provocadas por la exposición al petróleo. Es decir, que la posesión de un genotipo determinado condiciona la susceptibilidad de cada ser humano a los agentes químicos. Si bien, como admiten las profesoras, esta es una parte poco explotada que tiene ambición de continuidad para futuros proyectos.
La misma continuidad que hubiera sido necesaria para haber comparado hoy, cuatro años después, si ese daño en el material genético se ha disipado no persiste. La desorganización también se apoderó de este ámbito y los individuos no han podido ser localizados.

Fuente: abc.es

Enlaces de interés:
Nunca Maís.
Especial CNN+.
Centre de Documentation, de Recherche et d'Expérimentations
sur les Pollutions Accidentelles des Eaux
.
www.tecnociencia.es.




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